1978 fue un año importante en la historia reciente de España. El año en el que se votó y promulgó la Constitución que nos rige; la más duradera y próspera en términos de estabilidad política y democrática.
1978 no fue un año fácil. Al contrario, fue muy difícil. En clave ciclista, el recuerdo de la edición de Vuelta a España de aquel año refleja el clima tenso que atravesaba la sociedad española de la época.
Si en España alumbró una nueva época, el año en cuestión también tuvo su relevancia para el ciclismo; emerge para el gran público un francés, bretón, de nombre Bernard Hinault.
La Vuelta a España de 1978 representa el inicio de la era de Bernard Hinault.
Aquel joven había ganado en la Lieja – Bastogne- Lieja y en Gante, y acudía a la Vuelta para experimentar que representaba el competir durante tres semanas, con el Tour de Francia como gran objetivo personal. A las órdenes del ilustre Cyrile Guimard se inauguró una era en la historia del ciclismo.
Sus rivales más temidos eran las “pulgas” españolas, el asturiano Enrique Cima o el alicantino Vicente Belda. Especialmente, cuando las carreteras se encaraban hacia lo más alto, en una edición muy norteña.
Fue una Vuelta con dobles sectores —carreras de mañana y tarde— con las consiguientes protestas de los ciclistas, de huelgas mineras en Asturias y de suspensiones en el País Vasco.
La Guardia Civil interceptó cartas de mandos de ETA que anunciaban atentados, como el que se dio en 1968, en la etapa que cubría Vitoria y Pamplona.
Una de una
En Durango, la organización se vio obligada a neutralizar la carrera al encontrarse troncos en mitad de la carretera. Luís Bergareche, director de la carrera, decidió meter en autobuses a los ciclistas hasta Zarautz, y retomar la carrera hasta Anoeta, ganada al esprint por un veterano Perurena.
Por la tarde, Hinault se hizo con la contrarreloj con un nuevo sobresalto: unos manifestantes invadieron la calzada y frenaron a su compañero Jean René Bernaudeau, actualmente director gerente del Team Energy. Tan inaudita conducta obligó a los jueces a anular los resultados.
Fue una edición muy convulsa, con diferentes reivindicaciones durante el transcurso de la carrera.
Por aquel entonces, la Vuelta se disputaba durante el mes de abril, y la lluvia hizo estragos en muchas de las etapas. Hinault se defendió como buen bretón y se hizo con la carrera con cierta holgura.
“Una de una”, sentenció el francés, en la clausura donostiarra de la edición del 1978 constituyente. La Vuelta no regresó al País Vasco hasta treinta y tres años después.



