Era una posibilidad más próxima que remota. Las enormes expectativas que se intuían se han hecho visibles en las dos primeras jornadas de este Tour, al que he llamado de la plenitud.
Vingegaard y el pedazo equipo que ha armado para la gran batalla, han espoleado a todo el pelotón. Es consciente que para ganar a Pogacar tiene que atacar, ponerse por delante, apoderarse de la iniciativa. Si se dedica a esperar, está sentenciado.
El danés lo sabe y su equipo también. Esa ligera diferencia favorable de la escuadra holandesa ante el resto de equipo, incluido el UAE, debe hacerse valer ahora que las energías siguen intactas. Aquí está la razón de porque estamos presenciando un excelso comienzo de Tour.
La estrategia de Vingegaard
En la etapa inaugural, Vingegaard y sus hombres reventaron el pelotón, fragmentándolo y causando los primeros damnificados. La imagen de un Evenepoel enfurruñado accediendo al autobús de su equipo, indica el daño que supusieron los treinta y ochos segundos arrebatados en una etapa llamada a gozar de poca historia.
Algo parecido sucedió en la segunda etapa. Nuevamente, Vingegaard comenzó los ataques en la Cote de Sant Eitienne. Manifestación evidente de la estrategia del danés. Quiere golpear primero, tomar el mando para después obligar a Pogacar a ir remolque.
De momento, ahí tenemos emparejados a los dos principales gallos. Detrás de Van der Poel, que si impuso como era de esperar en el sprint de potencia de Boulogne de Sur- Mer, ya están Pogacar y Vingegaard en segundo y tercer lugar, respectivamente. Algo impensable no hace tanto tiempo.
Enric Mas supo entrar en el escogido grupo de la etapa inaugural y mantenerse pegado a las selectas ruedas. Buenas piernas, y un óptimo grado de experiencia, le sitúan, a las primeras de cambio, en una excelente posición a la espera del previsible gran test: la contrarreloj de Caen del próximo miércoles.
