D10

“Maradona no es una persona cualquiera, es un genio pegado a una pelota de cuero”. Así glosaba Calamaro al pibe de oro, al icono y héroe nacional de Argentina, al barrilete cósmico que ha encarnado el fútbol en su máxima expresión y miseria. Maradona era el fútbol. Un fútbol que ya no existe, y que, con su muerte, definitivamente, se fue de este mundo. Ese fútbol que nacía en calles y plazas y se jugaba en campos con barro, balones de cuero y botas negras, árbitros con barriga y entrenadores que fumaban en aquellos banquillos donde sólo se veían piernas.

Su partida le trae la paz que aquí nunca tuvo. Su mano, llamada de Dios, estrechará por fin la Verdadera.

Elegido

La flaqueza más humana y decadente del mayor genio del fútbol mundial conformaba el icono perfecto más imperfecto. Pura humanidad. Su procedencia más humilde, su querencia por aquellos arrabales que le vieron nacer, unidos a un talento que sobrepasaba lo natural, hicieron de aquel nada ejemplar ser humano un elegido de la divinidad. El desborde de prodigios que emitía su zurda, la plasticidad coordinada de regates, caños, desplazamientos, inteligencia táctica superdotada sobre el campo, y el liderazgo arrollador en aquel físico tendente al sobrepeso, no tiene parangón en la historia del fútbol. Al final de los tiempos, en tal caso, entre los momentos más destacados de nuestra existencia como especie, el 10 tendrá su lugar como ejemplo de controversia de aquella creación desaparecida.

Líder

Argentina y Maradona, Maradona y Argentina, son un todo indistinguible. Su identidad es tan plena que se confunden entre sí. Argentina tuvo su Ilíada contra el mundo en aquel Mundial del 86, y Maradona fue el Ulises contemporáneo de aquella victoria. Aquel mundo que acomodado y satisfecho se complacía del dominio jerarquizado en el planeta fútbol. Vio como de pronto, un capitán rebelde con zurda de oro, acompañado por diez leales y toscos guerreros, adiestrados por un maniático director técnico, se encaramaban hasta el triunfo total. No volvimos a ver un Mundial como aquel, ni lo volveremos a ver.

Mito

Maradona, pura humanidad. Capaz de lo que nadie fue capaz, mendigo de vicios, rey Midas del balón. No hay ser humano que pueda soportar ni repetir lo que ese pibe de oro, pegado a una pelota de cuero nos regaló a las generaciones que le vimos en acción, y al fútbol mundial. Se fue el hombre, nació definitivamente el mito. Su muerte nos hace más mayores a todos. Su partida le trae la paz que aquí nunca tuvo. Su mano, llamada de Dios, estrechará por fin la Verdadera.

Descansa en Paz, D10.

Sobre Fernando Gilet

El Rutómetro de Fernando Gilet. Blog personal | IG @fernandogilet | Opinión, comentario y análisis de la actualidad ciclista de allí y de aquí con un toque muy personal.

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