Duende vs potenciómetro

Alberto Contador declaró hace pocos días que suprimiría el potenciómetro en las carreras al considerar que desvirtúa la competición por restarles espontaneidad. El único ciclista español en ganar las tres grandes ― Giro- Vuelta y Tour ―, ya dijo algo parecido al poco de retirarse, y ahora, como patrón y analista, se reafirma en lo dicho.

La evolución del ciclismo ha conducido a este deporte a vincularse estrechamente con las matemáticas. Estos medidores de potencia han ayudado muchísimo a mejorar el nivel de los ciclistas, sean o no profesionales, y la diferencia de entrenar o no con esta herramienta está demostrado que es algo eficaz y muy beneficioso, en términos de rendimiento y progreso.

Otra cosa es cuando sus efectos maniatan y condicionan al ciclista en su carrera. La información que autogestiona el ciclista hace que disponga en todo momento de la información de límites y confines de su organismo, marginando la frescura de las sensaciones y la intuición, pudiendo acabar convirtiendo la carrera en una hoja de Excel en dinámico.

La monotonía, dominada por el calculado control de datos y watios, predominaría, restando cualquier atisbo de espectáculo.

Cambios

En esta explicación quizá encontremos alguna de las razones de porqué las carreras por etapas han cambiado tanto en los últimos años, así como la transformación del diseño de los libros de ruta. Hay otros efectos secundarios. Las conocidas pájaras de antaño han pasado a ser desconocidas; las jornadas maratonianas de largo kilometraje, una especie en extinción; las contrarreloj de más de cuarenta kilómetros, fósiles de YouTube, y las escapadas, aventuras consentidas por la autoridad competente.

Por suerte, vivimos una generación de ciclistas a los que les gusta su oficio y nos regalan ataques y contraataques. Pero de no ser así, la monotonía, dominada por el calculado control de datos y watios, predominaría, restando cualquier atisbo de espectáculo al ciclismo.

 

Estrategia

Una de las críticas más comunes que se dirime en el ciclismo es que se ha convertido en un deporte donde puedes echarte horas y horas delante del televisor para nada, porque todo termina decidiéndose en los últimos tres kilómetros. Es una lectura bastante superficial. De aficionado de boquilla. Evidentemente, los últimos tramos de la carrera son y serán siempre decisivos, pero durante los anteriores a ese momento crucial, las estrategias de desgastar, neutralizar o protagonizar escapadas selectivas que pueden acabar siendo claves, el disimulo o teatro para despistar o cazar a algún rival dormido, son algunas de las muchas variables que suceden en los prolegómenos de la traca final.

Factor humano

Después, está el carácter y la forma de entender el ciclismo de cada profesional. El componente humano siempre guardará su vena artística. Hay ciclistas que enganchan a la afición por su carisma, genialidad, o por lo que algunos llamaríamos arte. A la afición no es muy difícil contentarla. Con alguna escaramuza o un ataque en el lugar esperado se suele conformar. Si este movimiento táctico tiene continuidad o réplica, puede acabar engrosando las páginas de los innumerables capítulos mitológicos de este deporte.

La victoria es un añadido, importante, pero no indispensable. En algunos contados casos implica pasar a ser leyenda, pero no es condición sine qua non para generar ilusión El público que se agolpa vociferante en las cunetas o se levanta del sofá, lo que demanda es espectáculo. Y éste, surge de la vitalidad y de la espontaneidad. Cuando la afición se encandila una vez, espera la nueva función con ansiedad. La expectación acaba por consagrar al deseado. Hay ejemplos de todos tiempos y lugares.

Carisma

Ahí está el llamando ‘landismo’ para refrendarlo. Mikel Landa tiene una legión de seguidores que lo adoran haga lo que haga, gane, pierda o se caiga ― que es lo últimamente más le sucede―, pero la fidelidad es algo que no entra en discusión. Con razones o sin ellas, Landa es un ídolo para sus seguidores. Sus detractores, que también los hay, les retraen que se conforman “con bien poco”. Es lo que tiene tener o nacer con carisma. La pregunta aflora sola. El carisma ¿nace o se hace? . Continuará.

Lo que parece claro es que el antídoto al potenciómetro, entendido como instrumento regulador, es el arte o el duende de cada protagonista, que dirían los taurinos. Por suerte, en esta temporada que entra de lleno nos aguardan algunos artistas de los buenos. Disfrutémoslos mientras los tengamos, que el potenciómetro aún tiene cuerda para rato.

Sobre Fernando Gilet

El Rutómetro de Fernando Gilet. Blog personal | IG @fernandogilet | Opinión, comentario y análisis de la actualidad ciclista de allí y de aquí con un toque muy personal.

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