Enric Mas sabe lo que es sufrir. La amargura del fracaso, de tener que superar crisis complicadas o la incomprensión de una parte de la afición, asociada a la experiencia de un ciclista que ya ha cumplido veintinueve primaveras, representan registros que invitan a pensar que el ciclista renovado que vimos a partir de la última semana del pasado Tour de Francia, puede tener una proyección de máximos en la temporada que está por comenzar.
Descartado el Giro de Italia por razones comerciales obvias, el ticket volverá a ser Tour- Vuelta. En los años de Enric Mas en la élite del ciclismo hemos visto que es un corredor que ve mejorar su rendimiento a medida del avance de la temporada.
Miembro de una generación extraordinaria
Se le comienza a ver inquieto y ambicioso en la Vuelta al País Vasco. Apura su preparación en Dauphiné o en la Vuelta a Suiza, para encontrarle en los puestos nobles del Tour de Francia junto a la extraordinaria generación de ciclistas a la que pertenece.
Conoce muy bien lo que es el “día malo” que acusan casi todos los ciclistas en la Grande Boucle. El Tourmalet en el 2019, Hautacam en el 2023 o el Pla d’Atet en la última edición, fueron el cáliz amargo que añadieron sabiduría al renovado Enric que vimos en el 2024. Un activo con el que cuenta y que le ayudará a afrontar el próximo Tour.
Enric Mas afronta con una mayor y rica experiencia la temporada 2025.
El recorrido de La Vuelta’25 que se ha presentado esta semana le favorece. La ausencia de tantos monopuerto en beneficio de cadenas montañosas. No tener que apostar todo a los últimos kilómetros, sabida su falta de pegada ante rivales más potentes en los metros finales, además de la referida experiencia de quien ha conseguido subirse en tres ocasiones al podio de Cibeles; asociada a las etapas de Andorra, cumbres que conoce a la perfección, podrían, este año sí, lograr hacer ver a un Enric Mas en lo más alto del podio.